domingo, 14 de agosto de 2011

Si tenemos que emprender un viaje para comer, rezar y amar por donde arrancamos?

Cuando tenemos pocas cosas en que creer y muchas dudas, cuando hay necesidades importantes de sentirse perdonado caemos en desesperaciones y con ello vemos los caminos agotados. Acá en esta película con toques femeninos y uno que otro cliché, vemos como siempre habrá una luz que alumbre y con ello despeje todos nuestros miedos, temores y sobretodo obsesiones que angustien.
Liz tuvo que irse de New York a Italia para aprender a comer sin culpas, sentir calor humano en las sentadas alimentícias y lo más importante no arrepentirse al día siguiente de cada comilona. Ve como el cuerpo humano tiene sus bondades aún enmarcado dentro de los defectos sociales.
Luego en la India trata de encontrarse (como muchos otros personajes de la historia) y allí entre despojos materiales encuentra su propio perdón y con ello poder seguir viviendo sin trabas emocionales.
Ya en Bali es donde se cerrará el ciclo de iluminación y con ello el poder darse permiso nuevamente a amar.
Un film encajonado como "chick flix" por su mensaje femenino, pero con extraordinarias imágenes y fotografías.
Rescato sobretodo la de ella sentada sola comiendo pasta con salsa Nápoli y albahaca con su lluvia de queso pecorino. Acá ella suelta unos gestos geniales que denotan alegría y sinceridad, quizás por verse ante un plato emblemático de la cocina Italiana, pero siendo de una simpleza enorme.
La música esta siempre presente y con ella nuestro hilo conductor lineal que lleva estas conversaciones amigables y simpáticas.

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