viernes, 14 de diciembre de 2012

Un gran vacío en el servicio uno más grande en el corazón.

La vida está cargada de vaivenes, de noticias buenas y muchas otras malas. De esas que te dejan un vacío en el corazón y que difícilmente se llene de nuevo o simplemente tendremos que aprender a vivir con él.
 Hace unos días se fue una gran persona. Un servicial ser que con una vida cargada de historias, muchas casi imposibles de creer, quien manejó las mejores brigadas de muchos de los mejores restaurantes de este país.
 Gerard fue no sólo un ejemplo vivo de lo que todo cocinero quiere en su restaurante como jefe de sala, sino el Maître que hacía que los comensales lo buscaran y quisieran ser atendidos por él. Fue uno de los partícipes más movidos en el crecimiento de la restauración de Caracas, principalmente, pero del país en sí. Revisaba cada detalle de la sala, peleaba con cada mesonero por que fueran mejores profesionales, pero al mismo tiempo mejores personas. Enseñaba a puro tesón como debía ser lo que la sala requiriese.
 Lástima que no escribió sus memorias y sus anécdotas, ya que como mucho de los mejores secretos de la vida, se los llevó con él.
Los que tuvimos la suerte de trabajar a su lado sentimos una gran pérdida, pero nos queda una enorme satisfacción y orgullo de haber formado parte de sus equipos.
 Ví como junto con Carlos crearon un emblema de la ciudad como lo es el Restaurante Alto. No hay ni una persona de esa familia que no esté golpeada y dolida, pero como dije antes, feliz de haber conocido a tan noble persona y tan exigente jefe de sala.

 En uno de los restaurantes que abrí lo llamé para que me enseñara a hacer sus geniales terrinas, patés y sobretodo rilletes. Osé por darle a probar las que hacíamos nosotros y las escupió, golpéandonos a todos los cocineros! Los días siguientes se apareció con su filipina impecable y paso a paso nos hizo anotar cada detalle de sus recetas. No paró hasta que la hiciéramos bien y se aproximara a su creación. Que orgullo saber que pensaba que éramos de los pocos que la aprendimos a hacer y pasamos esa prueba.
 Hace a penas unas semanas hubo un gran evento dentro de su familia y los que asistimos tuvimos la oportunidad de llenarnos el alma con todas estas delicias antes descritas, pero hechas de su propia mano. No podré explicar correctamente los niveles de delicadeza que contenían cada paté, terrina, y rilletes que hizo ese día, pero les aseguro que todos los que estábamos sonreímos al degustar cada bocado.
 Sé que la sala de Alto no será la misma, sé que los cocineros que alguna vez estuvimos a su lado no sentiremos la sala de igual manera, sé que Pascal y su familia sentirán su enorme pérdida, pero si de algo puedo estar seguro es que todos estaremos felices de haber compartido momentos con él y haber podido sentir su calor humano tan enorme y desprendido.
 Gracias Gerard, gracias Gran Maître.

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